Clandestina by Marie Jalowicz Simon

Clandestina by Marie Jalowicz Simon

autor:Marie Jalowicz Simon [Jalowicz Simon, Marie]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2014-01-01T00:00:00+00:00


* * *

Ya había oscurecido. Gerda Janicke y Eva Deutschkron me esperaban muy alteradas. Se habían preocupado mucho, no principalmente por mí, desde luego: de haberme ocurrido algo, también ellas habrían estado en peligro. A fin de apaciguarlas, saqué los dos paquetitos del bolso y dije: «Hoy he vivido algo muy especial. Y traigo esto para Jörgelchen». Dos minutos más tarde me llamé idiota, como tantas veces lo hiciera la señora Fiochi: era absurdo renunciar a aquellas delicias que tanto habría disfrutado. La señora Janicke apenas lo agradeció y, sin mirarlas siquiera, las metió en un cajón.

Y entonces me asaltó una idea, como si un perrillo me hubiera susurrado al oído lo que debía decirles a las dos mujeres: improvisé una superconferencia. Ofrecí una perla retórica sobre mi tía Grete, conté toda su historia, describí su aspecto y su carácter, pero dando a entender que era una antigua vecina no judía con la que me había encontrado en la calle. Que había insistido en darme un par de regalos para el precioso niño de mi anfitriona. Pero que primero tuvo que conseguirlos, y que por eso había tardado tanto.

Vi que Gerda Janicke torcía el gesto: era evidente que había cargado las tintas. Notó que no estaba siendo sincera, pues si algo tenía claro era que yo no apreciaba en exceso al pequeño germano.

Estaba ya en la cama cuando oí pasos en el pasillo y unos suaves golpes en mi puerta.

—¿Sigue usted despierta? —susurró Gerda.

—¡Sí! —Me incorporé esperando un altercado.

—No se levante —me exhortó desde la puerta—, sólo quiero preguntarle algo. Me ha fascinado su historia. No me creo ni una palabra y al mismo tiempo me digo: nadie puede mentir así. Cada detalle cuadra, pero no el conjunto. ¿Quiere decirme ahora la verdad?

—Sí —respondí—, he tomado una foto sin retocar en que cada detalle es real. Pero la he sacado del marco y la he puesto en otro. He descrito con exactitud la biografía y el carácter de mi tía Grete, pero trasladados a otra persona.

—¿Y qué ha ocurrido en realidad? —preguntó.

—Prefiero no hablar de ello porque hoy he vivido algo que me aflige hasta lo más hondo del alma.

Lo aceptó. Se acercó y se sentó al borde del diván:

—Hanni, tengo que decirle algo: es usted un genio.

—¡Qué va, señora Janicke! Hay gente mucho más dotada que yo —objeté.

—¡No, no! El doctor lo afirmó hace poco y la señora doctora asintió. Me contó que la aprecia mucho. Que se burla llamándola «gloriosa bachiller», pero sólo porque quiere enseñarle a ser una persona práctica.

Esta charla nocturna me consoló y me reconcilió con los Heller. Entonces ignoraba que no volvería a verlos.



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